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EL IP COMO FACTOR CLAVE PARA EL ÉXITO DE LOS NEGOCIOS TECNOLÓGICOS
EL IP COMO FACTOR CLAVE PARA EL ÉXITO DE LOS NEGOCIOS TECNOLÓGICOS
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EL IP COMO FACTOR CLAVE PARA EL ÉXITO DE LOS NEGOCIOS TECNOLÓGICOS

Emprender es una tarea compleja y llena de riesgos. Los factores que influyen en la progresión de los procesos de I+D que deben conducir a la innovación son numerosos y de naturaleza diversa.

El reto de emprender

Cuando un grupo de expedicionarios se propone un objetivo, más o menos ambicioso, dedica el tiempo necesario a recoger datos, diseñar planes de progresión y prepararse para llevar a buen término el objetivo. Trazando un lógico paralelismo con esto, el reto empresarial comparte muchos aspectos clave que los expedicionarios tienen la obligación de considerar; constituye en sí mismo una aventura tratándose de una empresa de resultado incierto o que presenta riesgos.

En la expedición, los participantes se juegan, literalmente, la vida. En el reto empresarial, el emprendedor (o empresario) se juega su estabilidad, el tiempo (irrecuperable), recursos económicos (bienestar), credibilidad, etc., en definitiva, está en juego su presente y su futuro (y el de su familia). Y no se trata de alentar al abandono de tales empresas, sino a animar a emprenderlas con mayores probabilidades de éxito, o visto de otra manera, a afrontarlas con reducción de riesgos, acercándose a la certidumbre y generando confianza en terceros. 

No vendrá mal considerar la experiencia de los que viven los riesgos extremos, las enseñanzas que nos transmiten han de ser trasladadas al momento oportuno de nuestras aventuras. En este sentido, algunas de estas experiencias nos guían por un camino menos incierto, por ello es recomendable, por ejemplo, considerar que:

  1. En cuestión de previsión de futuro, lo normal es no acertar. Cierto, ¿preocupante verdad? Pues pongámonos a reconocer el terreno, recabar los datos necesarios y precisos, y aun así quizás no acertemos, pero al menos nos habremos acercado más a lo esperado. Y podemos seguir manejando nuestra bola de cristal con una mano, pero con la otra debemos manejar información objetiva.
     
  2. Perder impaciencia, ganar eficacia. ¿Cuántas veces hemos querido recoger los frutos de nuestras estimaciones intuitivas, los primeros, porque nos pisaban los talones…? Hace tiempo un emprendedor de éxito me dijo que quizás no era muy buena idea llegar el primero, – el éxito de los pioneros es altamente improbable y el riesgo es enorme -, pero no lo acabo de compartir plenamente si se uno se prepara y es consciente de todo ello, aunque cierto es que hay condicionantes crípticos que solo dan la cara en momentos de presión, y la competencia es una gran presión. La impaciencia es amiga de la precipitación y cuando pretendemos entrar en el mercado, para competir con infinidad de grandes iniciativas (y la mayoría puede que no estén a simple vista), lo que más necesitamos es, precisamente, ser paciente pero dando los pasos adecuados o al menos dando pasos que no puedan provocar una gran pérdida o que permitan tener una salida, una rectificación, de esa manera las acciones ganarán eficacia.
     
  3. Adaptémonos al ritmo que requiere cada montaña. No es recomendable dedicar 200 personas de la plantilla y 200 millones de € a conseguir un trozo de pastel de 100.000 € (y conocer el valor de nuestro objetivo puede no ser tan evidente), pero tampoco debemos quedarnos cortos con un objetivo muy jugoso. De nuevo, tener una imagen real de lo que está ocurriendo, permite que se puedan fijar los objetivos de manera acorde y, por tanto, ser capaz de calibrar los recursos que deben dedicarse a esa empresa en concreto. Así, quizás se puedan acometer diversos objetivos bien dimensionados en lugar de uno solo sobredimensionado o infravalorado.

La gestión del IP como clave del éxito

Precisamente, ¿qué duda cabe a estas alturas de que los derechos de Propiedad Industrial e Intelectual (IP) constituyen un elemento fundamental de la estrategia global de negocio suponiendo un impacto directo en la competitividad de las empresas? Ya no cabe duda, no, quizás en los años 70 o incluso en los 80 sí, pero en plena década de los años 20 del siglo XXI, donde el valor de los intangibles de las grandes empresas, referencia de la innovacion a nivel mundial, ya alcanza el 90% de su valor total, debemos focalizar la atención precisamente en aquello que puede incrementar el valor de la empresa, aunque solamente sea para atraer a los inversores hacia nuestro negocio, y hay que tener esto muy presente porque el escalado de cualquier proceso de producción requiere inversión, y nosotros generalmente no disponemos del capital suficiente para acometer lo necesario para progresar en ese objetivo. En la medida en que seamos capaces de generar activos tecnológicos con alto valor diferencial, pero aquí viene la clave, sostenibles a largo plazo, levantando las pertinentes barreras de entrada a competidores actuales o futuros, seremos capaces de generar fosos económicos que atraerán a los inversores más avezados y ello nos permitirá poder avanzar con mayor firmeza y seguridad hacia el objetivo.

Bajo nuestro punto de vista, la estrategia empresarial debe sustentarse necesariamente en el IP. El primer peldaño en la subida de progresión de la estrategia empresarial es la “información”, mediante la que se adquiere conocimiento de los entornos competitivos y se identifican oportunidades tecnológicas. Ya con toda la información a nuestra mano, el siguiente peldaño será la “previsión” para anticiparse y tener la capacidad de diseñar la estrategia de protección y el plan de explotación de los activos. Tras la previsión, se podrá pasar a la “provisión” reuniendo todo lo necesario para el fin, protegiendo los activos y generando una partida presupuestaria para todas las previsiones (e imprevisiones). Y con todo ello ya se estará en disposición de pasar a la acción, es decir, de entrar en el complejo proceso de valorización de los activos tecnológicos generados; el objetivo único de este proceso es el de ir aumentando el valor de dichos activos y por ende de la propia compañía que está empleando recursos en ello.

Y es que la clave del éxito de los procesos de valorización (todas las empresas tecnológicas los llevan a cabo) reside en la coordinación, sincronización y alineamiento de los principales componentes que lo integran, e.g. recursos humanos/económicos; aspectos técnicos (madurez de la tecnología); aspectos legales (IPs/regulaciones legales/certificaciones); aspectos de mercado (competencia/obsolescencia/suficiente demanda /promoción); y prestigio, impacto, premios o reconocimientos.

Es cierto que los IPs no son el único factor a tener en cuenta, ya nos gustaría a nosotros, pero sin ninguna duda, la metodología de consultoría empleada para gestionar los IPs en las organizaciones constituye un factor clave para el éxito de los negocios tecnológicos, aquellos basados en innovaciones sostenibles, ayudando a minimizar los riesgos y optimizando los resultados obtenidos.

Rafael López
Director de Transferencia Tecnológica – PONS IP

Emprender es una tarea compleja y llena de riesgos. Los factores que influyen en la progresión de los procesos de I+D que deben conducir a la innovación son numerosos y de naturaleza diversa.

El reto de emprender

Cuando un grupo de expedicionarios se propone un objetivo, más o menos ambicioso, dedica el tiempo necesario a recoger datos, diseñar planes de progresión y prepararse para llevar a buen término el objetivo. Trazando un lógico paralelismo con esto, el reto empresarial comparte muchos aspectos clave que los expedicionarios tienen la obligación de considerar; constituye en sí mismo una aventura tratándose de una empresa de resultado incierto o que presenta riesgos.

En la expedición, los participantes se juegan, literalmente, la vida. En el reto empresarial, el emprendedor (o empresario) se juega su estabilidad, el tiempo (irrecuperable), recursos económicos (bienestar), credibilidad, etc., en definitiva, está en juego su presente y su futuro (y el de su familia). Y no se trata de alentar al abandono de tales empresas, sino a animar a emprenderlas con mayores probabilidades de éxito, o visto de otra manera, a afrontarlas con reducción de riesgos, acercándose a la certidumbre y generando confianza en terceros. 

No vendrá mal considerar la experiencia de los que viven los riesgos extremos, las enseñanzas que nos transmiten han de ser trasladadas al momento oportuno de nuestras aventuras. En este sentido, algunas de estas experiencias nos guían por un camino menos incierto, por ello es recomendable, por ejemplo, considerar que:

  1. En cuestión de previsión de futuro, lo normal es no acertar. Cierto, ¿preocupante verdad? Pues pongámonos a reconocer el terreno, recabar los datos necesarios y precisos, y aun así quizás no acertemos, pero al menos nos habremos acercado más a lo esperado. Y podemos seguir manejando nuestra bola de cristal con una mano, pero con la otra debemos manejar información objetiva.
     
  2. Perder impaciencia, ganar eficacia. ¿Cuántas veces hemos querido recoger los frutos de nuestras estimaciones intuitivas, los primeros, porque nos pisaban los talones…? Hace tiempo un emprendedor de éxito me dijo que quizás no era muy buena idea llegar el primero, – el éxito de los pioneros es altamente improbable y el riesgo es enorme -, pero no lo acabo de compartir plenamente si se uno se prepara y es consciente de todo ello, aunque cierto es que hay condicionantes crípticos que solo dan la cara en momentos de presión, y la competencia es una gran presión. La impaciencia es amiga de la precipitación y cuando pretendemos entrar en el mercado, para competir con infinidad de grandes iniciativas (y la mayoría puede que no estén a simple vista), lo que más necesitamos es, precisamente, ser paciente pero dando los pasos adecuados o al menos dando pasos que no puedan provocar una gran pérdida o que permitan tener una salida, una rectificación, de esa manera las acciones ganarán eficacia.
     
  3. Adaptémonos al ritmo que requiere cada montaña. No es recomendable dedicar 200 personas de la plantilla y 200 millones de € a conseguir un trozo de pastel de 100.000 € (y conocer el valor de nuestro objetivo puede no ser tan evidente), pero tampoco debemos quedarnos cortos con un objetivo muy jugoso. De nuevo, tener una imagen real de lo que está ocurriendo, permite que se puedan fijar los objetivos de manera acorde y, por tanto, ser capaz de calibrar los recursos que deben dedicarse a esa empresa en concreto. Así, quizás se puedan acometer diversos objetivos bien dimensionados en lugar de uno solo sobredimensionado o infravalorado.

La gestión del IP como clave del éxito

Precisamente, ¿qué duda cabe a estas alturas de que los derechos de Propiedad Industrial e Intelectual (IP) constituyen un elemento fundamental de la estrategia global de negocio suponiendo un impacto directo en la competitividad de las empresas? Ya no cabe duda, no, quizás en los años 70 o incluso en los 80 sí, pero en plena década de los años 20 del siglo XXI, donde el valor de los intangibles de las grandes empresas, referencia de la innovacion a nivel mundial, ya alcanza el 90% de su valor total, debemos focalizar la atención precisamente en aquello que puede incrementar el valor de la empresa, aunque solamente sea para atraer a los inversores hacia nuestro negocio, y hay que tener esto muy presente porque el escalado de cualquier proceso de producción requiere inversión, y nosotros generalmente no disponemos del capital suficiente para acometer lo necesario para progresar en ese objetivo. En la medida en que seamos capaces de generar activos tecnológicos con alto valor diferencial, pero aquí viene la clave, sostenibles a largo plazo, levantando las pertinentes barreras de entrada a competidores actuales o futuros, seremos capaces de generar fosos económicos que atraerán a los inversores más avezados y ello nos permitirá poder avanzar con mayor firmeza y seguridad hacia el objetivo.

Bajo nuestro punto de vista, la estrategia empresarial debe sustentarse necesariamente en el IP. El primer peldaño en la subida de progresión de la estrategia empresarial es la “información”, mediante la que se adquiere conocimiento de los entornos competitivos y se identifican oportunidades tecnológicas. Ya con toda la información a nuestra mano, el siguiente peldaño será la “previsión” para anticiparse y tener la capacidad de diseñar la estrategia de protección y el plan de explotación de los activos. Tras la previsión, se podrá pasar a la “provisión” reuniendo todo lo necesario para el fin, protegiendo los activos y generando una partida presupuestaria para todas las previsiones (e imprevisiones). Y con todo ello ya se estará en disposición de pasar a la acción, es decir, de entrar en el complejo proceso de valorización de los activos tecnológicos generados; el objetivo único de este proceso es el de ir aumentando el valor de dichos activos y por ende de la propia compañía que está empleando recursos en ello.

Y es que la clave del éxito de los procesos de valorización (todas las empresas tecnológicas los llevan a cabo) reside en la coordinación, sincronización y alineamiento de los principales componentes que lo integran, e.g. recursos humanos/económicos; aspectos técnicos (madurez de la tecnología); aspectos legales (IPs/regulaciones legales/certificaciones); aspectos de mercado (competencia/obsolescencia/suficiente demanda /promoción); y prestigio, impacto, premios o reconocimientos.

Es cierto que los IPs no son el único factor a tener en cuenta, ya nos gustaría a nosotros, pero sin ninguna duda, la metodología de consultoría empleada para gestionar los IPs en las organizaciones constituye un factor clave para el éxito de los negocios tecnológicos, aquellos basados en innovaciones sostenibles, ayudando a minimizar los riesgos y optimizando los resultados obtenidos.

Rafael López
Director de Transferencia Tecnológica – PONS IP

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